domingo, 24 de octubre de 2010

Educa-TE

La capacidad para ser padre o, más en general, ser educador, no es algo con lo que se nace, sino algo que se aprende. Y se aprende con paciencia, firmeza y persistencia, educándonos primero de todo a nosotros mismos y, sobre todo, aprendiendo a “ver” y a escuchar al otro por encima de todo lo demás ... Enseñar con compresión y tolerancia, fluyendo con el momento y el ritmo de quien tenemos delante, aceptándole tal como es, con sus necesidades y sus motivaciones, y respetándole hasta el punto de no intentar imponer nuestra forma de pensar, es una odisea bastante extraordinaria... Estamos en un mundo donde se nos enseña a competir por ser el mejor, y casi todos nosotros, más o menos conscientemente, intentamos imponer nuestra razón a los demás. Es como si a través de su aceptación, nos validamos: "yo soy si tú me reconoces". ¿Será que no nos amamos lo suficiente? La inseguridad llevada al extremo de la imposición. Así no vamos bien. Esto no es educación, es miedo.

Sólo podemos enseñar lo que sabemos y es imposible transmitir lo que no hemos entendido (no solo con la cabeza, sino con todo nuestro ser). “Mirarse el ombligo y reconocer las propias faltas” no es fácil, pero es la única manera de convertirnos en educadores de verdad. Transmitimos a nuestros hijos y a los demás lo que somos, así que ¿porque no empezar a trabajar para que surja la mejor versión de nosotros mismos? Tener razón e imponernos no nos hará más poderosos. Nos hará más dictadores. Y el verdadero poder radica en la humildad, en el silencio y en la escucha, no en la sumisión de los demás.

Así que aprendamos a amarnos, solo así seremos capaces de amar y respetar a los demás. Ayudemos a que quienes queremos se conviertan en personas, no en robots.  Ahí os dejo una charla de Ken Robinson sobre la creatividad en las escuelas, extraordinaria...Qué paséis un buen domingo.

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