domingo, 19 de septiembre de 2010

Y Tú, ¿Qué Realidad Te Estás Creando?

Hace unos cuantos siglos un maestro espiritual de la antigua India fundó una religión llamada Budismo. Merece la pena indagar un poco sobre su vida y sus preceptos, pero este post no va de eso, ni de religiones, sino de una poderosa perla de sabiduría que se le atribuye a Sidarta Gautama, el Buda. Se cuenta que un día le dijo a uno de sus discípulos, que andaba preocupado porque las cosas no le salían bien, centrando sus pensamientos y su atención en su mala suerte...:

"Siembra un pensamiento y cosecharás una acción;
siembra una acción y cosecharás un hábito;
siembra un hábito y cosecharás un carácter;
siembra un carácter y cosecharás un destino."

El mensaje estaba claro: SOMOS LO QUE PENSAMOS y EXPERIMENTAMOS LO QUE CREEMOS.

Depende de las experiencias que estemos viviendo en este momento, esta es una afirmación (si más no) difícil de aceptar: cuando las cosas no nos van como queremos, nos cuesta admitir que una gran parte de la responsabilidad sea nuestra...

La mayor parte de los que rondamos los 40 (y probablemente, también los más mayores e incluso algunos de los más jóvenes) no recibimos una educación en la que se nos enseñara a (bien)pensar. Más bien lo contrario: nuestras infancias coincidieron con un momento social rígido y convencional, en general dominado por el miedo y la manipulación, y en el que no se tenía en cuenta la gestión de las emociones y ni muchísimo menos el potencial mental que el común de los mortales podíamos llegar a manifestar...

Así, desde pequeñitos se nos enseñó qué y cómo teníamos que sentir, lo que era correcto y lo que no era correcto pensar, las formas adecuadas de actuar; lo que se podía o no decir, lo que estaba bien o mal expresar... La individualidad de cada uno no se tenía en cuenta y, si en algún caso se hacía evidente, se corregía a base de castigos o de falta de aceptación social.

No resulta sorprende entonces que asumiésemos los condicionamientos y las limitaciones de quienes nos educaron, porque por entonces no teníamos todavía desarrollada nuestra capacidad de discernimiento, y pocos de nosotros teníamos una esencia tan poderosa como para enfrentarnos a nuestros padres, a nuestros maestros o a nuestra sociedad.

Así que resultó que la mayoría de ideas que nos transmitieron acabaron por convertirse en nuestras creencias y pasaron a regir nuestra realidad: lo que nos dijeron que eramos o que no eramos (listos-tontos, valientes-cobardes, simpáticos-antipáticos, hermosos-feos, válidos-inapropiados, generosos-tacaños, divertidos-sosos) y lo que nos dijeron que podíamos o no podíamos lograr pasó a convertirse en una verdad inamovible e indiscutible para nuestra personalidad.

Pues bien, esa verdad no es verdad. Y si partimos de esta creencia, todo cambia. Cualquier cosa negativa que nos hicieron creer no es cierta. Lo único que de verdad somos es un potencial de amor, de inteligencia, de sabiduría. Y el amor, la inteligencia y la sabiduría no pueden ser tontos, cobardes, antipáticos, feos, inapropiados, tacaños, sosos... Sería una contradictio in terminis...

Y ¿sabéis? Tenemos mucha suerte porque en este nuevo momento que estamos viviendo ahora, nuestra sociedad es ya más flexible y alternativa, ya hay muchos que no se dejan regir por el miedo, y casi todos empezamos a darnos cuenta de que más allá de la generalidad existen las diferencias, y de que más allá de las diferencias, todos somos Uno...

Resulta que después de todo ¡somos unas generaciones afortunadas!: dos momentos sociales diferentes, dos experiencias vitales distintas; ¡es lo bueno que tiene vivir una transición!

Y en fin, que como nuestro poder, el de todos, reside en el Ahora (no en el ayer, ni en el mañana) podemos ahora mismo ponernos manos a la obra y empezar a revertir el proceso: dejar de creer en lo que nos limita, lo que nos contrae, lo que nos hace pequeños; y empezar a creer en lo que nos expande, nos amplia, y nos hace grandes... Y es que recordemos que al fin y al cabo las creencias son únicamente ideas, ¡y las ideas se pueden cambiar!

Así que ¿quieres saber si las creencias que tienes te sirven, si te ayudan en tu camino de crecimiento? Pues simplemente observa lo que sientes: cuando te sientes mal hay siempre un mal-pensamiento detrás ("que miedo", "yo no puedo", "esto es demasiado", "no voy a llegar", "yo no valgo", "no me saldrá bien"); y cuando te sientes bien, siempre siempre siempre el pensamiento que estás teniendo es amoroso ("esto es hermoso", "que bien me ha salido", "como disfruto", "pues vaya, que guapo soy", "valgo un montón", "lo logré"!) Y bueno, pensar bien y pensar mal ¡cuesta lo mismo! El desgaste de energía es exactamente idéntico. Lo que es complemente diferente es el resultado...

Y a ti, ¿qué te hace feliz? ¿qué pensamientos te llenan de alegría? ... Centra tu atención en ellos, cuanto más a menudo ¡mejor!, y deja a la Vida fluir, confía en ella y ten paciencia...verás como tu realidad cambia.

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